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Demandas laborales


“El que muerde la mano que le da de comer, lame la bota de quien lo patea”. E. Hoffer.





Parafraseando al legislador francés Fréderic Bastiat: ¡Desgraciadas, tres veces desgraciadas las naciones cuyas masas aspiran a participar de los beneficios de la expoliación legal!


Masas constituidas por trabajadores que interponen demandas laborales, en las cuales reclaman falsos “derechos laborales”. Demandas que, en un orden jurídico basado en el derecho natural, no proceden, pues los contratos, de palabra o por escrito, fueron libres, transparentes y voluntarios; legítimos, pero no legales.


Personas débiles de espíritu, de palabra y moral, mentirosas, irresponsables e inescrupulosas. Muchas de ellas, contradictoriamente, cristianos católicos y evangélicos.


Esas actitudes son inspiradas por las leyes malas, entre las cuales se cuentan las leyes laborales: el Código del Trabajo, los convenios internacionales en materia laboral, la misma Constitución, reglamentos y acuerdos ministeriales. ¡Todo ese orden legal es infame, porque ha convertido al trabajador y a sus abogados en profesionales de la extorsión y la amenaza!


Poco menos que un arma en la sien son esas leyes laborales, y todas las leyes malas. Leyes convertidas en instrumento de violación a los verdaderos derechos: vida, libertad y propiedad. Leyes que al dañar al empresario capitalista, el buen empresario, dañan también al buen trabajador, obstruyendo la creación de empleo, socavando la confianza y minando los valores morales.


“¿A demandar?” le preguntaron. “Sí”, respondió él. “Esto no se va a quedar así…estos empresarios creen que uno se va a dejar” acotó al tiempo que le dejara con las palabras en la boca. Ojalá, algún día, esa clase de gente llegue a tal nivel de entendimiento que busquen cesar la expoliación mediante la derogación de las leyes malas, y al mismo tiempo, devuelvan lo que han robado.


Conoce más aquí.

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