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Decadencia de Occidente


Humanismo y descristianización


Occidente –término derivado del latín occidens, que significa “ocaso”– hace referencia a los países y sociedades de base cristiana, que adoptaron un sistema republicado y democrático.


Concretamente, Occidente hace referencia a Europa, América, Oceanía y algunos países de Asia y África incluso. Con la división del Imperio romano en el siglo III y el cisma de Oriente en el año 1054, el concepto Occidente ganó peso.


El Renacimiento del siglo XV trajo consigo las ideas del “humanismo”, sustituyendo el teocentrismo medieval (Dios al centro) por el antropocentrismo modernista (el hombre al centro). Entrado el siglo XX la “des-cristianización” de Occidente estaba en marcha, abandonando finalmente los valores, principios e instituciones que en el pasado le permitieron superar la barbarie, el despotismo y la miseria.


La decadencia sobrevino al abandonar los principios bíblicos de gobierno civil, a saber: 1) Orden social descentralizado; 2) Economía libre; 3) Educación privada; 4) Gobierno limitado; 5) Federalismo y separación de poderes; 6) Justicia resarcitoria y compensatoria; 7) Congreso bicameral; 8) Senado o cámara federal, no de elección popular; 9) Ejecutivo controlado, no de elección popular directa y; 10) Milicia de ciudadanos armados.


Guatemala es parte de Occidente y como tal no estuvo exenta de semejante decadencia, aunque en nuestro caso, el humanismo se coló desde la mismísima colonización. Independentistas, liberales y conservadores poco hicieron por contenerlo. O sea, fuimos un país que nació sin aquellos sanos principios. En este momento de reflexión cuaresmal y en aras de ser “sal y luz”, ¿no valdría la pena que examinemos aquellos principios y trabajemos por institucionalizarlos, cristianizando nuestra nación en materia política, económica y cultural?


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